.Tierra



En tierra vives y en mar navegas. Lo que es real es que no puedes pasar mucho tiempo en las olas sin perder la noción del estar quieto. Después de estar días viviendo en un velero, bajas a tierra firme y echas de menos el vaivén; es como que la tierra se mueve por falta de movimiento. Así estaba con ella. Al principio la conocí y después de acostumbrarme a su paso y a su peso la vida me dijo otras cosas y tuve que levantar campamento; y me fui. Fueron meses largos, de acostumbrarme a las olas y aprender a leer el viento; de estrellas, y sol, y luna; de siluetas de velas pintadas en el cielo.

Fueron meses que crecieron y se deformaron, y con las horas y el paso del tiempo empecé a moldearlos en una coraza en forma de bola grande y transparente donde no había eco. Así no podría escuchar aunque me hablase, ni mis yoes de fuera ni mis yoes de dentro. Dentro, dentro; si hubiese una sola palabra en el mundo para ese viaje, esa era "dentro". Se me curtió la piel, me puse moreno, recuperé la vista y se me rizó el pelo, pero todo lo que los demás veían como cambios en el brillo de mis palabras yo sabía muy bien que venía de las luces y la fuerza que me había encontrado mientras ordenaba los trastos de mi fuero interno.

Al volver lo primero que oí fue tu sonrisa cantando juguetona a lo lejos, como un leoncito inconsciente mordiéndole las patas a los jefes de la manada y salturreando entre las ramas de los baobabs de la sabana. Lo segundo fueron olores que me golpearon duro y seco en el estómago mientras se me borraban las sonrisas de haber intentado olvidar y haber tenido éxito. Lo tercero no lo sé, porque ya te vi y me quedé ciego con el sabor de los reencuentros. Yo que me volví fuerte en la ausencia de sentir por todo el cuerpo, ¿de qué me sirve ser invencible si cada vez que te veo me dejo derrotar por tu manos y tu pelo? ¿De qué?

Estabas temblando.

-Te daría tantos abrazos que no tendrías tiempo de pasar frío.

-Como se nota que vienes del azul del mar y del horizonte infinito.

Mientras, yo me había mimetizado contigo y también había empezado a temblar. Ya no sé si eran los nervios, la sorpresa o el mal café que nos daban a bordo, pero estábamos tan temblados que para templarnos nos hicimos caso y nos fundimos en nuestro segundo primer abrazo; y bien dado, con los dos brazos. Era estar en casa. La memoria despertó pronto, y pese al tembleque, lo de entrelazar las manos salió rápido. De hecho salió y nos dimos cuenta después porque sin querer habíamos dejado de hablarnos para empezar a contarnos historias con la piel.

Todo empezó con un "te he echado de menos".

-Lo primero que he pensado al verte es que nunca te va a pasar nada mientras yo esté cerca.

-Eso es porque soy parte de ti en tu territorio, un trozo de vida en tu tierra. Tierra es dentro, es profundo, es redondo; caliente y anaranjado por los extremos y en el centro puro rojo.

-Eres mi espejo favorito. Siempre que me miro en ti estoy guapísimo.

-Eso es porque siempre que me miras te pones guapísimo.

Seguimos en silencio mirándonos el tiempo perdido y buscándonos lunares nuevos hasta que las horas hicieron justicia y diluyeron los azules del cielo. Como me quedé sin luz, decidí recordar a qué sabían en mis manos todas tus curvaturas y estudiar el escalofrío del tacto de tu cintura. Decidí volverme dedos y poner mi alma en decirte todo mientras me volvía egoísta y quería poseer cada rincón de tu cuerpo. No has tocado a nadie de verdad hasta que le sacas la más bella melodía, como si fuese un instrumento.

-Se me están cerrando los ojos y no quiero. No quiero que no estés cuando los abra de nuevo.

-No me voy a ir nunca ahora que has aprendido a llevarme dentro. Ahora que estás en tu tierra, que estás en mí y viceversa.

-Me has dejado con ganas. Supongo que eso es bueno.

-¿Ganas?

-Ganas.

-Supongo que lo entiendo.

-Estás empezando a parpadear más largo. Ve a tu soñar bonito.

-Duerme bien y evita los sueños tobogán que te agobian sin despertarte.

-Nos vemos pronto; nos sentimos antes.

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