.Pero solo tal vez


Esto me lo encontré escrito ayer por la mañana. Tiene algunos retoques, básicamente ortográficos y de estilo (ya se sabe, alcohol + teclado táctil = inmolación de la RAE), pero la esencia está intacta. Lo que no termino de saber es cuál era esa "esencia".


Una vez fuertemente considerado el hecho de la mera existencia autónoma, queda por dilucidar el mecanismo de la satisfacción para la optimización del comportamiento. Es en ese punto de la concepción del humano donde radica la diferencia entre el ser y el poseer, entre la autofagia y la compartición de magia. Por eso tal vez el individuo peca reiteradas veces de conservadurismo comportamental; por eso tal vez haya siempre reglas que no se rompen por miedo al desmembramiento inmediato de la conciencia o la pérdida automática del falso control.

El humano es a las costumbres lo que el resto del reino animal a los instintos: una ilusión del control, y más concretamente, control del estado animal de uno mismo. Este estado psicológico nace de la deshinibición de la faceta más peluda (no necesariamente literal) del humano en estados de embriaguez extrema, ya sea alcohólica, apostólica, o simplemente adrenalínica. Ante la aparición del mismo, ciertos individuos experimentan lo que se conoce como instintofobia, rechazo patológico a perder los estribos del comportamiento social y de relegarlos a la parte primal de nuestras espinas dorsales. Este rechazo evoluciona en una posterior asunción de control sobre la condición, que de incontrolable que es, hace que automáticamente deje de existir ante la incompatibilidad de control y salvajismo. Control por exterminio, podríamos llamarlo.

Tal vez por eso entonces el humano se embarca inconsciente por defecto en una plétora de sinsentidos, sucedáneos pseudoinstintivos, en busca del párrafo perdido que otorgue peso a la experiencia vital. Sucedáneos que nacen de la descomposición y análisis de terceros y la posterior recomposición biomecánica donde se han omitido las partes bochornosas. Sucedáneos que, como la leche desnatata, no saben a nada e impiden la absorción de vitaminas esenciales por ser liposolubles; en este caso bochornosolubles. Tal vez por eso la falta de emociones se casa con una retahíla de sensaciones amargas que se erigen como las reinas de cada despertar; pero solo tal vez.

Como ser humano que soy, inconsciente de mí mismo, solo me queda afirmar que, efectivamente, el desconocimiento de lo que soy cada ve se acerca más a infinito. Con el único consuelo (tal vez) de algún interludio especiado con alguna certeza de estas de después de tomar café. Café que, por cierto, suele dejarme en un estado de embriaguez intelectual y vulnerabilidad conceptual que prima a mi córtex a absorber diferentes estímulos (o los mismos estímulos de forma diferente, uno nunca sabe). Si volvemos un par de párrafos atrás, encontramos que ya hemos discutido que la aparición de los estados de (in)consciencia pseudoanimaloide se dan siempre en esos casos de excitación hormonal, por lo que podríamos inferir que tal vez esas consciencias puntuales puedan derivar de cederle las riendas al descontrol. Eso y que tal vez la cafeína sea premonitoria; pero solo tal vez.

En conclusión, hemos disertado sobre la flagrante inutilidad de los mecanismos cerebrales para filtrar y/o sintetizar comportamientos animales. La única versión libre de bochornos ha parecido ser la administración de excitantes cafeínicos. El motivo bien puede ser la excitación intelectual y descoordinación parcial de la sinapsis sin la indeseable pérdida de precisión motriz y tendencia a escribir mensajes bochornosos a viejos amores; pero solo tal vez.

Otro posible campo de observación puede ser la facilidad de los sentidos de sentirse familiares a estímulos reincidentes. Como un síndrome de estocolmo en el puro centro de tu cabeza haciendo tretas para justificar tu sed de jaquecas. Pero esto excede el campo de este ensayo y merece su propio estudio aparte.

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