.Donde duermen las cosas salvajes



-Qué haces?
-Aquí en la cama, cogiendo ideas para soñar.
-Y qué se te ocurre?
-Hablando contigo muchas cosas.

Todos necesitamos saber que podemos sentirnos vulnerables en alguna parte, aunque luego no lo hagamos. Si no, nos tensamos y nos salen contracturas y eso no está pero que nada bien.

Por eso me gustan las drogas de la piel, porque me dejan distinto, y distante de mí mismo, y más consciente de la temperatura del aire que me rodea y de cómo se mueven las caricias que me guardo para cuando nadie me vea. Y así mismo... mismo mirar, distinto cantar; mismo abismo, distintas intenciones de saltar.

Llevo ya un año ensayando la retórica y ya parece que he conseguido que no me dé vergüenza hablar lo que me escribo y destapar lo que está vivo. Será que me hago mayor (que no viejo); será que me quiero más que antes y que me encuentro más cómodo dentro de mí mismo. De hecho últimamente me siento fenomenal, ¡me quedo como un guante! Y así voy, y así bienvivo, destensando a base de buen vino, que es el mejor lubricante. Así es como bienvienen las risas y desaparece todo, todo menos tus ojillos.

¿Sabes eso que te quedas mirando tan fijamente a algo que todo lo demás se emborrona y desaparece? Debe de ser que opino que fijarme en algo que no sean tus pupilas sería un desperdicio; debe de ser. Siempre que lo siento es como tener una experiencia Zen, un momento de mindfulness, de la consciencia plena de la realidad que es y que no va a volver a ser.

Tal vez sea eso, tal vez seas un Nirvana. Lo que es seguro es que estar así es estar en casa, en uno de mis hogares.; uno de esos sitios donde me dejo ser vulnerable. Ese rinconcito donde duermen las cosas salvajes.

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