.Como las olas


Tengo tres imágenes. Dos fueron verdad y la otra fue un sueño (uno que se hizo realidad). Las tres fueron sorpresas, y tan sabrosas como un mordisco dado con cariño y gruñendo por lo bajini, como un secreto escondido en una caricia bien dada, como encontrar escalofríos cuando te buscaban lunares en la espalda. Y justo ahora me da por escribirlos, porque creo que de las ganas que tienen de salir no me están dejando dormir.


La primera fue una epifanía. Una epifanía tan diáfana que cualqueira diría que vive al este; al fondo de cada anhelo, de cada sueño, de cada imagen y de cada manía. Me pasa de vez en cuando, cada par de lunas llenas (o de lunes llenos), cuando se me quita el sueño y decido agobiarme en lugar de soñar despierto; cuando no me llega nada menos los restos de mis malas energías. Y llega, como un abrazo de esos que te dejan sin respiración y que te tiran al suelo; llega, te aprieta y te quita los nudos del alma para que otra vez puedas volar derecho.

La segunda la vi borrosa de lejos y luego me olvidé. De tanto mirarla no paraba de dar traspiés y terminé por caerme al suelo, partirme la cara y cambiarme la piel por otra de hierro. Por eso empecé a prestarle atención a mis pasos y a hacer camino sin querer llegar a ninguna parte menos a donde me llevasen los pies; por eso casi me lo pierdo en una sonrisa cuando apareció delante de mis labios y me dijo "muérdeme". Y fue tan sabrosa que me despertó el hambre dormida; tanto que ahora no puedo dejar de comer.

La tercera vino cuando cambié el vino de sitio, me olvidé de dónde y cambié los papeles por una noche que flotaba la mitad de rápido. Con todo ese tiempo libre me dediqué a pulir la lengua, darle la vuelta a mis entrañas para darles un buen repaso y ya de paso invitar a ver la decoración a unos cuantos. Y fue ahí, entre la cocina y el salón que tuve un tropezón en los pasillos porque se me enganchó la pierna en la comisura de unos labios que brillaban como las olas del Mediterráneo. Y me quedé tan enganchado que me dolió el doble lo de haberme quedado sin darme un baño.

A veces pasa que cosas pasan y por no olvidarlas me quedo quieto parao y concentrado en que no se pierdan entre los recovecos de mi cabeza. Esas veces pasa que el resto de cosas no pasan, y que me pierdo, y que luego no me encuentro, y que me tengo miedo y me miento. Y si no me digo las cosas ni a medias, si me vuelvo de mentira y casi perfecto, y en vez de en mostrar mis virtudes gasto las horas en esconder mis defectos...

Si no soy de verdad, no; así no quiero.

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