.Soy un ciudadano del mundo


Soy un ciudadano del mundo, uno más entre las luces de navidad, entre los ojos, entre las farolas; uno más; otro más. Otro más que compra contactos creyendo volverse especial y utiliza sonrisas pixeladas para dar las gracias y esconder las arrugas que se atrofiaron con la expresión de la cara; otro más; otro igual.

Finjo una urgencia que no tengo por llegar a sitios que no existen para hacer cosas que no me incumben en absoluto y decir que estoy vivo. Y luego cojo el mundo y no lo veo, porque lo paso por una pantalla cualquiera y de darlo por hecho no me lo creo, y sigo sin verme, y como tampoco tengo nada que decirme, no me leo. No. Me. Leo.

Se apaga la pantalla y se vuelve todo negro. El mundo, las sonrisas, las luces, los ojos, las farolas y yo. Hasta que enfoco y aparezco, todo ojeroso y desconocido en el reflejo; con el gesto más adusto que un arbusto, mate en la mirada y prejuicios en el pelo.

La conciencia la tengo tranquila y mi respeto ha muerto, como yo. Porque soy como todos todos esos que viven a varios metros de sí mismos y que tejen abismos entre su alma y su cuerpo, entre lo que son y lo que aparentan, y lo que se saben, que cada vez es menos.

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