.Intimidad = Tiempo x Espacio



"Ya nos van pesando los años..."

Pasan los minutos y se van sumando, unos encima de otros, y otros encima de unos, y cuando se juntan suficientes (concretamente 525600 en años normales) se los lleva el viento y deja en su lugar lo que comunmente se conoce como año. Uno de esos sin nombre, pero con número, donde la superficie de las horas de la realidad se multiplica por los mundos que somos capaces de imaginar en nuestras cabecitas locas. Y así creamos la intimidad.

Tiempo por espacio, metros segundo. Soy casi ingeniero y llevo ya un par de meses dándole vueltas, y aún así no encuentro magnitudes particulares que se midan con estas unidades; con esta particular combinación de unidades; no; por más que lo pienso. Así que, con el permiso de nadie, se lo voy a adjudicar a la intimidad. Mi tiempo, mi espacio, mi cabeza al descubierto, libre y dándose vueltas a ella y al Universo. Libre porque está protegida por mis cuatro paredes y mi techo, y dentro de mi territorio se siente lo suficientemente a gusto como para permitirse viajar de punto a punto dando rodeos. Y ahí nace la magia.

En esos momentos de "yo conmigo mismo" en este rato, donde de repente me puedo ver sin necesidad de espejos y me doy cuenta de quién era esa persona con la que llevaba compartiendo tanto espacio y tanto tiempo con tantas otras personas, demasiado ocupado como para ocuparme de cosas tan importantes como el sonido del cielo o la aspereza de la primera racha de viento al salir del portal. Ahí, ahí es donde crezco.

Y pasan los minutos, y se van sumando, y cuando llegan a 526600 se escapan y dejan un regalo en forma de año. Me lo cargo a la espalda y puedo notar su peso, puedo sentirlo como una carga y pienso que lo más sencillo sería encorvarse y dejar que, uno a uno, fuesen llegando y acomodándose entre mis omóplatos hasta que no pudiese soportarlo más y me derrumbase debajo de ellos. Pero decidí erguirme y ser consciente de ello; aceptarlos sobre mis hombros y aprovechar su peso para hacerme más fuerte, y más consciente cada vez de que la experiencia no iba a llegar sin trabajarla y sin pagar por ella su justo precio. Y me encanta ahora que he pasado por ello (y me sigue encantando cada 14 de Enero).

No, los años no nos pesan: nos asientan y nos dan fuerza; y nos dan entereza, templanza, experiencia y masa para ayudarnos a tener los pies en la tierra cuando nos hace más falta.

Y cuando no, a volar.

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