.A ver a ver...



A ver a ver... "Aver". Aquí es. Sí, seguro, sin dudarlo. Yo nunca olvido un chiste y el nombre de esta clínica es uno de los fáciles, cortos, malos, ostentosos, obscenos, poco discretos y previsibles; pero me hace reír; como casi todos los chistes fáciles, cortos, malos, ostentosos, obscenos, poco discretos y previsibles (será que soy un tío y semejante atrae a semejante, o que soy una mujer y los polos opuestos se atraen; igual da, las dos me valen).


Bueno, voy a limpiarme los cristales de las gafas, que parecen la vitro de la cocina y habrá que darle una buena impresión a la señora cirujana. Va, ahora no veo. ¿Y cómo las limpio ahora si no distingo entre mi mano y un chorizo de pamplona? A ver qué hago... ¡No! A ver no, que no veo. ¿Y qué hago? Bueno, a la mierda, da lo mismo. Si total, la habitación va a estar medio a oscuras y me las voy a quitar nada más entrar. Esto es como la paranoia de ponerse gayumbos de gala cuando vas a echar un polvo, con la sutil diferencia de que los gayumbos luego te los repones en alguna de sus cuatro posibles orientaciones (sobre todo si es a oscuras) y al final se terminan viendo. Pero vamos, que si da mucha vergüenza también se puede optar por la conveniente bomba de humo nocturna al abrigo de las sombras y al compás de su respiración (o de sus ronquidos, razón de más para salir corriendo) para evitar poner de manifiesto que la copa a la que la invitaste un par de horas antes salió de lo que te ahorraste cuando optaste por cambiar Calvin por Carrefour.

Menos mal que las gafas estas ya lo me las vuelvo a poner en la vida. ¡Menuda maravilla! Ahora voy a tener que buscar nuevos utensilios para autolesionarme por las noches y nuevas excusas para declinar invitaciones de camas ajenas, porque el "no, que tengo las lentillas" ya no va a colar más. ¿Y ahora qué tengo que meter en el neceser cuando me vaya de viaje? ¿Nada? La verdad, espero que sea lo que sea que tenga que meter ahora no nade ni tenga escamas. Pero a ver... Lentillas no, lentillas de repuesto tampoco, estuche de lentillas tampoco, estuche de repuesto tampoco, líquido tampoco, gafas tampoco... Mierdas, ¿qué me queda? Bueno, igual el desodorante y el cepillo de dientes y... ya. ¿Qué poco, no? ¿Y qué hago con todo ese hueco en la maleta? ¿Y si me dedico a la distribución de embutidos para erasmus morriñosos y desnutridos?

¿Lo echaré de menos? ¿Tendré depresión postparto ocular? ¿Lloraré por las noches abrazado al bote de solución única para lentes blandas? Tendré que buscarme algún hobby (más) para llenar ese pequeño hueco de obsesividad compulsiva que me brindaba mi queridísima miopía. O tal vez no. Sea como sea, solo hay una forma de disipar la bruma que cubre todas estas dudas, verlo todo más claro, encontrar el punto de vista óptimo, dejar de fijarme en los detalles, captar la imagen completa del asunto (soy sutil con los símiles, ¿eh?) y dejar de decir chorradas (en realidad esto último no es posible): voy a entrar.

Nos vemos luego (literalmente).

Entradas populares