.Simplifica


La mente tiene su propio lugar, y en sí misma puede convertir el infierno en cielo o el cielo en infierno





A los seres humanos nos encanta complicarnos la vida por sistema. Debe de ser que lo vemos todo muy fácil, decidimos que sin sangre las cosas no valen la pena y buscamos la ruta alternativa que da dos vueltas a la M-30 para ir de Sol a Chueca. Somos especialmente adictos a la nostalgia y a otras tantas drogas emocionales que nos inventamos y en las que nos encanta echar las horas muertas y matar las vivas. Porque los recuerdos tienen ese nosequé que puedes controlarlos, imaginarte lo que te da la gana y crearte un mundo imaginario en tu cabeza donde todo iba como la seda y realmente no entiendes por qué las cosas cambiaron, porque todo iba tan bien...

Y ahí nos quedamos, y ahí nos convertimos en esclavos.

Quede claro que el comercio con seres humanos está abolido, pero no hay mayor prisión que nuestra propia mente y todo lo que en ella habita. Decía Franz Grillparzer, escritor austriaco, que "las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente la que hace al hombre libre o esclavo", y desencaminado no iba. Es al fin y al cabo cosa nuestra elegir cómo lidiamos con los recuerdos y con todo lo demás, somos libres de hacer con nuestra cabeza lo que queramos y de utilizar lo que hay dentro a nuestro favor o a nuestra contra. Pero "la libertad significa responsabilidad; por eso la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo" y decide que es mejor autocompadecerse con mentiras y dejar a otros que se ocupen de su estado moral, como si fueran niñeras de su conciencia.

Con todo este galimatías de mundos inventados a nuestro favor surge además la manía de sobrepensar y sobrecomplicar el mundo en general cuando no nos gusta lo que vemos. Vivimos en una sociedad donde se confunde el estado del bienestar y la tierra de las oportunidades con "yo puedo hacer lo que quiera cuando quiera y sin esfuerzo", y nos lo pasamos pipa intentando convertirnos en todo aquello que deseamos y que no podemos conseguir. No me malinterpretéis, soy el primero que piensa que con un buen par de gónadas, perseverancia y las cosas claras se pueden conseguir grandes hazañas; que tenemos que soñar a lo grande, vivir de acuerdo a esa grandeza y hacer una obra de arte de cada minuto de nuestra vida. Pero una gran diferencia entre buscar la excelencia (excelencia, que no perfección) y obcecarse con una idea peregrina es que los caminos de la excelencia son muchos y muy dispares, y no podemos elegir de antemano cuál coger, ni qué ruta se adapta mejor a nuestras necesidades, por lo que vamos a tener que saber irnos adaptando sobre la marcha y eso no suele apetecer.

Vale, ¿y esto qué tiene que ver con lo de más arriba? Pues bastante. A fuerza de vivir en una sociedad donde las promesas de grandeza inmediata se pagan con tarjeta de crédito y se envían por MRW nos hemos creído que todo va a ser así siempre, para todo, aunque no se anuncie a las 3 de la mañana en canal 7 (¿sigue existiendo?). Hemos convertido a nuestra mente en una máquina perfecta para buscar excusas, para complicar acontecimientos y para tergiversar hechos flagrantes a favor de nuestros más infantiles deseos. Somos capaces de buscarle explicaciones racionales al comportamiento de cualquier persona solo para que en nuestro mapa mental del mundo las cosas vayan como nosotros queremos y, con ese control ficticio de las circunstancias, poder seguir viviendo seguros en nuestra burbuja de mentiras piadosas.

Nuestra mente es la única ventana que tenemos al mundo y es nuestra responsabilidad mantenerla lo más limpia y fiel posible al mismo.


Al final todos somos iguales cuando nos posee la irracionalidad de ciertas emociones tóxicas. Lo primero es pensar que somos superespeciales y que nuestro caso no le ha pasado a nadie. Millones de años de evolución para que a ningún ser humano antes que a ti le haya cogido una depre, ¿no? Somos unos genios. Después viene el "no, es que esto es diferente", y no cielo, no es diferente, es que no te da la gana de ver lo que hay. Tiras de recuerdos pasados de fecha, los pasas por la sartén con un sofrito de expectativas y debilidades que no quieres superar, lo sazonamos con un poco de dependencia emocional y... ¡voilà! Conseguimos un búnker de irracionalidad donde pasar las mañanas de verano cuando  el sueño no se ha ido del todo y solo apetece pensar en lo pobrecito que soy y en lo mal que me va todo. Para terminar el circo está la negación de las evidencias y la reclusión en las opiniones de todos aquellos que optan por darte la razón; pero porque es la vía fácil, porque no les importas una mierda. Las verdades duelen, amigos, pero ¿sabéis qué? Eso es lo que hará que después de caerte malherido te puedas levantar cada vez más fuerte.

El 99% de las veces la explicación para todo lo que sucede es la más simple, la más inmediata, la más coherente; la que tarda menos de 2 segundos en ser procesada por tu mente. Más allá de ahí suele pasar que el instinto se ha cansado de gritarnos la realidad y ya estamos pensando demasiado. Quédate con esa primera impresión y (aprov)echa el rato que te queda en... no sé. Vivir.

Es simple: simplifica. Y parpadea muy fuerte y muchas veces antes de hacer tonterías si ves que te complicas.

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