.Nada serio, ni nada informal



Me dormí por fin, después de mucho dar vueltas buscando la cama en la habitación que no era. Me dormí por fin, y tras cerrar los ojos y volverlos a abrir lejos de las sábanas me encontré con una puerta que me miraba; me miraba a través del ojo de la cerradura y por su forma de parpadear juraría que me estaba invitando a buscarle las cosquillas.

Como soy un caballero y nunca rechazo una invitación (sobre todo si no me la hacen a mí), empecé a rascarle por los desconchones del frontal a ver si encontraba algo gracioso para justificar las risas falsas de la jornada, pero no encontré nada salvo garabatos gastados de recuerdos pasados que, ipso facto, procedí a reformular para llenar espacio mental.

En realidad no decían nada serio, ni nada informal. En realidad no decían nada, pero eso me daba igual; estaba demasiado empeñado en inventarme lo que había detrás y no me apetecía parar de rascar hasta encontrarle los tres pies al gato y esconder el cuarto por si luego me picaba la espalda y no llegaba.

Los convertí en temores, los convertí en cuentos; en sabiduría de adolescente, en consciencias resbaladizas y en lejos, muy lejos. En lejos de no querer ni ver, ni saber, ni oler, y de matarse los sentidos al servicio de apagarse y no volver; porque total, ser tú mismo a veces, ¿para qué? ¿Para ser tu mismo "a veces" que como cuando no sabes qué hacer?

El caso es que lo hice: los convertí; los convertí en tantas cosas que perdí los garabatos y al final terminé por pintar la puerta para que no se notase que había estado hurgando. Y elegí un granate gastado que combinase fetén con mi camisa de cuadros para ir conjuntado los días de ponerme guapo y disimular las manchas de vino las noches de perderme en el cara a cara de mis desvaríos.

En realidad no decían nada serio, ni nada informal. En realidad no decían nada, así que en el fondo me daba igual. Por eso tampoco me sorprendí cuando abrí la puerta y no vi nada; nada más de lo que había visto ya. Y tampoco cuando nadie dijo nada, porque no había nada que decir, ni que hablar; solo que vivir y no pensar.

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