.Es que los de Soria nacemos donde nos da la gana



-¿Sabe por qué está usted aquí?

-¿Porque me han atravesado el pecho con un tacón de aguja tal vez?

-Bien, veo que va bien encaminado.

-Oiga, no quiero insinuar que usted me toma por tonto, ¿pero de verdad cree que con este maravilloso zapato de terciopelo sobresaliendo del plexo solar no me iba a dar cuenta?

-Se sorprendería de la cantidad de gente que viene con hachas en la cabeza y exigiendo explicaciones...

-Desde luego no hay educación...

-Si yo le contara...

-Por cierto, soy Mauricio Nogal, pero puede llamarme Mauri. Encantado.

-¡Oh! ¡Encantado! Yo soy Peter Santos, un plac... Un momento, ¿me está tomando el pelo? ¡Acabo de llamarle por su nombre!

-Era evitar futuros malentendidos.

-¿Qué futuros? No sé si lo sabe, pero a partir de ahora solo le queda eternidad.

-¿De verdad? ¿No más tiempo?

-No.

-¿Ni un poquito?

-No.

-¿Ni para mojarme los labios?

-Ni para eso.

-¡Qué lástima! Pues espero que haya ginebra.

-¿Ginebra?

-¿No había de eso al principio de los tiempos?

-Eso es cosa de los humanos.

-Ya decía yo que Dios no podía ser tan perfecto...

-Oiga, me va a permitir que le pregunte una cosa. ¿Era usted así en su vida mortal?

-Todos y cada uno de los días. Parece que aunque le brille la azotea todavía le queda algún pelo de tonto, ¿eh?

-Empiezo a entender cosas...

-¿Como por ejemplo?

-Que esté usted muerto.

-El mundo no estaba preparado para mi agudo sentido del humor inglés.

-Pero si es usted madrileño de los puros puros.

-Ya, es que los de Soria nacemos donde nos da la gana.

-¿Me está tomando el pelo?

-Ya le he dicho que no. ¿No ve que no tiene?

-Creo que esto ha llegado demasiado lejos.

-¡Anda claro! No hay tiempo pero sí distancia, ¿no? ¡Así no juego!

-Por favor señor Nogal...


-Llámeme Mauri.


-Por favor señor Mauri...


-No, pero sin el distintivo. Lo hace todo demasiado formal.


-Por favor Mauri...


-Muuucho mejor. ¿Qué quería?


-¿Sería usted tan amable de sacar a sus posaderas de su estado de mínima energía y posicionarse lejos de mi vista?


-¿Y para esto me ha traído usted aquí? ¿Para nada?


-Es que verá, pero me ha quitado usted las ganas de ser amable y tengo una reputación que mantener.


-¿Una reputación? ¿Qué es eso? ¿Una habitación llena de putas?


Y de repente, en un cerrar y abrir de ojos (tiene mucho más sentido que en un "abrir y cerrar", ¿no? A ver, entre que abres y cierras ves lo que está pasando y... Bueno, sigo), me vi aquí, en mi funeral, como si nada hubiera pasado. Como un espectador indolente de mi propio desaparecer del mundo terreno, disfrutando de ese momento con el que todos soñamos alguna vez: el de ver nuestro legado en el mundo.


A veces, entre ideas grandiosas (lo que los seres humanos llamarían"insensateces sin sentido ninguno y que solo pueden traer problemas") me paraba a pensar sobre si de verdad había un cielo, un infierno, un juicio último de moral y todas esas patochadas. Me paraba a pensar en cómo estaría montado allá arriba y si de verdad el procedimiento sería como lo pintan, con la cola de almas en las puertas del cielo esperando a ver a San Pedro para decidir dónde pasarán sus vacaciones eternas, si entre nubes y mojigatos sin alcohol o de parranda con Mick Jagger en el averno. La verdad es que si hubiese sido cierto eso de que Dios nos hizo a su imagen y semejanza y a la vista de la efectividad del cuerpo de funcionarios del estado, no me habría extrañado ni un ápice, pero parece que el gran ente omnipresente, omnisciente, todopoderoso y con problemas para la gestión del capital (visto que siempre necesita donaciones) se lo ha montado un poco mejor.


Varias veces me planteaba si la recompensa, barra, castigo de nuestra vida es, efectivamente, disfrutar por los silos de los siglos de nuestro legado en la tierra como espectadores de todo lo querido que dejamos atrás. Desde luego que sería una buena opción visto lo visto, ya que todos recogeríamos lo que hubiésemos sembrado sin excepciones, y liberaría bastante el volumen de trámites burocráticos y papeleo en general en la cúpula celeste. Si esto fuese así cuadraría con mi situación actual. O eso o que la paciencia del señor Peter Santos no hace honor a su apellido y ha decidido dejarme correteando en plan ánima errante para que no moleste.


Y no iba desencaminado, porque ánimos tengo para un rato y no hay cosa de la que más disfrute que de mis propios errores.

Entradas populares