Si te acuestas pensando que al día que viene le van a faltar horas, muy posiblemente sea verdad, así que relaja y que no cunda el panrico, que vamos a expandir el tiempo en un momento.
Pon el despertador en 6 horas y pico como poco y ponlo bien lejos. Cuando suene abre bien los ojos y sal de la cama aunque duela, y si hace falta vete a rastras. Apágalo y respira, estírate como si fuese lo único, enfila al baño y mete la cabeza debajo del grifo de agua fría, fúndete (con) medio litro de agua y vete a la cocina.
El café solo, corto y amargo: puro petróleo. Tómatelo, a medias respirando y a medias saboreando. Si gusta, sorbo a sorbo y de trago si te da asco. Saca medio cuerpo por la ventana, vuelve a meterlo y a la ducha. Termínala a todo lo que da el agua congelada y ponte guapo, porque sí, porque toca.
Porque hoy te follabas.
Haz minucias poco gustosas a toda prisa, desayuna y sal de casa a comerte el día.
Una vez allí anda con cuidado y cuida los detalles (nunca sabes cuándo te van a hacer falta). No te anticipes demasiado, piensa menos, haz el tonto, pon buena cara y deja que te sorprendan. Piensa hasta 10 antes de decir y mastica hasta 20 antes de tragar, siéntate en el suelo y si no te ves, mírate desde lejos. Vuelve y mira al mundo desde abajo para no perderte detalle, cierra los ojos, sal a la calle y respira; con la tripa, con el pecho, con la espalda y con el resto de tus huesos hasta que no queden huecos.
Si todo va bien, a la hora de comer ya se te habrá olvidado por qué pensaste que todo iba a ser un desastre.
Cabeza alta, sonrisa y confianza en ti mismo. Hagas lo que hagas, la clave es hacerlo bonito.