.Y no al revés
Día tras día se despierta y baila al ritmo de los sonidos que le quedan al otro lado de la puerta.
Baila e imagina.
Baila y se llena del deseo de terminar de imaginar el mundo y zambullirse a comprobar de qué color son los días cuando el tiempo es tan denso que se vuelve oscuro.
Baila y respira.
Baila en silencio, deslizando los dedos de los pies con cuidado por el suelo, barriendo de media vuelta las mil y una formas que aprendió de mancillar las horas.
Baila en silencio.
Baila consigo mismo convencido de que dentro de poco será la música la que empezará a seguirle el ritmo, y no al revés.