.Muy cerca de la punta de los dedos


Llámame saltimbanqui, perroflauta, bohemio o dime que me quité la barba para ganarle años a la vida antes de sentir que me hago viejo, que me da igual. He visto esos ojos antes y sé que lo que de verdad te apetece es probar.

Hace dos años nos perdimos en el aire saltando y esquivando los sonidos para que poco después le vendiese mi alma al ritmo y me olvidase de todo lo que por aquel entonces formaba parte de mí. Desde entonces he aprendido algunos trucos bastante curiosos... Me hice encantador de perros y profesor de baile, y me dediqué a perder la noción del tiempo por deporte sólo para ver hasta qué punto se podían estirar las notas de un saxofón. Después jugué con el espacio y la gravedad convencido de que se podía ser aire, y me costó unas cuantas veces, pero una vez salté mientras olvidaba todos mis porqués y volé tan alto que ya nunca supe volver.



La última fue cuando decidí que podía parar la lluvia, pero como al final me mojé, me entró antojo de Moisés y abrí las aguas de la gente para ver si perdiéndonos donde no podíamos caber nos volvíamos un poco más uno y no se terminaba nunca el juego. Que nadando entre las olas se puede jugar con fuego, las manos van al pan, yo tengo hambre y no pienso dejarlo para luego.

Nunca sabes cuándo volveremos a vernos, así que no te olvides de llevar la cabeza alta, los pies ligeros y los sueños muy cerca de la punta de los dedos; para que al saltar tan alto vean el cielo y se vuelvan ciertos cuando nos toquemos.

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