.Le llaman Flow

Le llaman Flow porque no puede estarse quieto. Va de vuelta de todo, descalzando las calzadas y haciéndole los coros a los gamusinos cuando en realidad no les puede escuchar ni él.

Tiene ese don de saber aparecer cuando menos ruido se puede hacer: cuando los duendes empiezan a dormirse a la sombra del reguero que deja el café por las mañanas, otra vez. No sabe estar, pero se sabe mover. Por eso viene y va.


Viste zapatos negros de charol muy desgastados, pantalón granate, camisa blanca y corbata negra con nudo americano. La chaqueta la lleva al hombro aunque nunca haga frío y sabe cómo pasar desapercibido entre la gente, porque aunque huela a magia no es fácil ser consciente. Por eso va, y viene a verme.

Y va y baila todo lo que sabe del mundo, todo lo que yo quiero saber; pero no me decido a seguir el aire que deja tras sus pasos de claqué. ¿De verdad me da miedo que me vean como soy? ¿De verdad creo que tengo tanto que perder? Corre. ¡Corre detrás de él!


Pero la vida me pesa en los pies y sólo consigo llegar a verle alejarse.

Su sombra se cuela entre las rendijas del tiempo y puedo verlo fugazmente, como un atardecer de regalo. Me sopla dos horas, me acaricia un beso y me pinta un sol con floreo para que me cante si me da pereza moverme del suelo.





Y se va y aquí me quedo, meneando los hombros al ritmo de las horas que se escurren a lo lejos.

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