.Los Gentlecats



  Se conocieron en una fiesta hace no mucho. Era en casa de un gato de angora que afirmaba ser Hemingway reencarnado cuando se tomaba dos tequilas y el ambiente rebosaba exclusividad y elegancia. Allí estaban todos, la chistera entre las orejas, agitando el vino en la copa y atisbando a través de sus monóculos esperando alguna salida de tono que despertase la velada, o que por lo menos la menease un poco. Pero por mucho que moviésen las colas, allí no pasaba nada.
  Una gata siamesa de padres arrabaleros tenía los bigotes muy bien peinados y los ojos muy bien abiertos. Ronroneaba , paseando de puntillas entre las patas de los divanes y en uno de sus quiebros mandó volando cielo abajo al sombrero de un pobre gato negro. En las disculpas se atropellaron los maullidos de ambos, y como quedaba bonito empezaron a hacerlo a la vez, con un poco de miedo al principio, pero a cada frase un poco más alto.
  Un gato irlandés enamorado del tinto le preguntó a un bengalí atigrado de curtidos mofletes el nombre de los dos inspirados del diván de en frente. Como no abría el morro (estaba manteniendo húmeda la lengüeta) probó suerte con una persa de pelo rizado que lo malinterpretó y le cruzó el hocico de dos zarpazos, pero con tanto flow que el irlandés perdió la cogorza y se quedó bailando.
  Como toda la sala estaba comentando, Sir Hemingway (como le gustaba que le llamasen), ultrajado por el escándalo, cogió a los alborotadores del lomo y los mandó a montarla lejos con una estilosa patada en cada uno de sus traseros. Ante eso, la siamesa, la persa, el bohemio negro, el sibarita irlandés y el bengalí de mofletes de acero cogieron las chisteras y se marcharon a montarse juntos su propio universo .
  Si algún día ves que te queman las ganas de ser libre, búscales por algún tejado. Son unos señores y estarán encantados de servirte.



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