.Imagina

  Corriendo me pilló la lluvia, de improviso, sin avisar. Y yo, rufián sin rumbo, camino a ninguna parte, a medio camino entre el cielo y el mundo, desconcertado, miré hacia atrás. Todo mi pasado, mis estigmas, mis miedos de antaño, esos motivos que más de una vez me dejaron de lado sólo por ser quienes eran y por llevar tanto tiempo reinando. Todos morían, por fin. Todos se estaban deshaciendo bajo las últimas gotas de Mayo.
  Con los ojos muy abiertos me quedé allí, mirando empapado, y para celebrarlo cogí a la tormenta por las caderas y sonriendo al cielo nos pusimos a bailar sobre los cadáveres de todo lo que no voy a dejar que me pese nunca más, y cuando amainó la furia, después de un parpadeo lo vi: no hay nada más.
  Nada más allá, nada más que nosotros y lo que alcanzamos a barrer con la mirada, y con la voz, y con nuestras ganas. Y me sentí bien, vacío, lleno de aire otra vez. Vacío de tantas expectativas sobre el futuro, sobre cómo envejecerán mis deseos, y mis ganas, y cómo será mañana, y si seguiré igual, o distinto, o si habré llegado a donde se supone que me lleva este camino que con tanto ahínco piso.
  Y para celebrarlo empecé a saltarme los pasos que venían después. Porque si tenemos un cielo, ¿por qué tenemos que caminar sobre los pies?
  Imagina, imagina ahora que tienes hueco y búscale las cosquillas a la mala suerte. Que no hay nada como empeñarse en que las cosas salgan bien para que todo se pinte del color que tú quieras.
  Fetén.

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