.El anciano que contaba estrellas

  Los que le conocen dicen de él que no está en sus cabales, que perdió la cordura antes que el pelo de las sienes y que para comprenderle tal vez harían falta un par de años perdidos en escucharle decir palabras sin sentido. Durante el día no hay quien le encuentre, pero en los atardeceres vuelve paseando sobre los pasos que dice que tendría que haber dado hace muchos años, cantando que las viejas oportunidades no vuelven.
  -Las dudas asustan a los ángeles, hija. Hazme caso, que los viejos sabemos lo que decimos.
  Se sienta mirando al cielo, dispuesto a contar todas las estrellas del firmamento. Se tumba, saca su cuaderno y empieza, punto a punto, a trazar líneas con una sonrisa de oreja a oreja.
  -Hoy me parece que lo voy a conseguir. Llámame loco, pero tengo una corazonada.
  De la curiosidad me quedé a su lado, mirando, en silencio, con los ojos cerrados, y al rato noté que el anciano había dejado de lado las estrellas y empezaba a rozarme el brazo con el dorso de la mano. Asustada, levanté la cabeza y me encontré con sus ojos de frente, mirando más allá de mí.
  -Pasé tantas noches buscándola detrás de cada resquicio del cielo que al final me quedé sin sueños para vivir y mi tiempo cambió de dueño. Estaba tan preocupado por hacerla feliz que cuando me pidió que contara todas las estrellas del cielo no me di cuenta de que, en realidad, me estaba diciendo que recorriese, uno a uno, todos los lunares de su cuerpo.
  Sonriendo se levantó y echó a andar, feliz y consciente de que el universo se ve más bonito reflejado en los ojos de la gente.

Entradas populares