.Con un sueño y dos almohadas

  El alma, el cuerpo, la mente, la razón y los sentimientos; todos juntos y revueltos. Sean como sean, los llames como los llames, necesitan agitarse, necesitan movimiento. Necesitan de un universo que dé vueltas a su alrededor y de un caos al que buscarle patrones y llamarlo destino.
  Necesitan del día y de la noche, de la soledad, de los sinsentidos, de verse desde lejos y acercarse poco a poco hasta rozarse con la mirada cada amanecer. De dejarse llevar de cuando en cuando, vendarse los ojos y buscar el camino escuchando el eco que dejan sus cantos.
  Así como la tristeza necesita bailar las tardes lluviosas de domingo para que la alegría salga con el sol el primer día de primavera a cantarte el alba en susurros y esconderlo entre las primeras briznas de la niebla que se lleva el viento… Así, van todos los opuestos de la mano. La templanza y la ira, la mesura y el desenfreno, la excitación y la tranquilidad, el amor y el odio, la esperanza y…
  La esperanza siempre va sola, como una madre velando por los dulces sueños de sus pequeños. Como una madre a la que nunca hacemos caso hasta que sin quererlo la perdemos.
  Y salgo a buscarla. Cojo una bolsa con un sueño y dos almohadas y recorro kilómetros y kilómetros esperando que así se acelere el tiempo. Me dejo arrastrar, y mientras el paisaje cambia por fuera, me zambullo en el laberinto que llevo dentro. Doy pasos entre paisajes congelados de hace años y busco señales entre las sombras de mis pesadillas. Camino y camino y se me olvidan el hambre y el sueño.
  Tenerse en pie ya no es tan importante si nadie me ve y pienso que tal vez cayendo al suelo por fin se agiten mis deseos otra vez, pero respirar… Que nada ni nadie me quite el aliento si no es porque no me cabe más aire en el pecho.

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