.Las horas muertas
A golpes de silencio te duermes el alma. Aunque el murmullo lejano sea arrítmico, atípico e incesante, se va creando en torno a ti una burbuja de sonidos erráticos, que a fuerza de repetirse se vuelven familiares. Entonces actualizas tu repertorio de voces y aunque haya momentos de conversaciones con formas difusas, la complicidad se vuelve una excelente herramienta para la cura de las horas muertas y las palabras confusas.
Horizontal, vertical, oblicuo, un lado, otro lado, otro ángulo de lo mismo, otro camino del mundo a mí, otro puente de mi ser al frívolo optimismo. Con el recuerdo de algún bisturí y en ambiente aséptico, me puedo diseccionar el alma con toda la calma y más. Sacar un trozo, dejarlo madurar al aire, dedicarme a hurgar por otra parte y volver al rato a parlamentar a cortes y a suturas, a ver si a fuerza de soledad conseguimos entendernos. Aunque sólo sea porque no tenemos nada mejor con lo que entretenernos.
Darnos vueltas y más vueltas, parte a parte, corte a corte, y si me cuesta llegar al fondo, inventarme escenarios en forma de cebos para sacar lo más hondo al aire. Te cojo, te retuerzo, te magullo, te doy una vuelta y te dejo dormir para que me duelas en sueños y cicatrices al aire de mis mejores deseos.