.Buena cara

  Cuando nos conocimos, los acontecimientos estaban haciendo malabares sobre un hilo en un equilibrio bastante precario. Era de noche y el cansancio le pesaba en los párpados. Recuerdo que me dijo que no sabía bailar. No sé cómo, pero al final pasamos más tiempo en el aire que en el suelo y terminamos acostando a medio campamento. Todavía no sé si fue el azar o que estaba sonriendo.

  De vez en cuando nos veíamos. Tampoco muchas veces, tampoco demasiado tiempo, pero cada imagen que llevo en el recuerdo va firmada por sus dientes enmarcados por una sonrisa de las de verdad. Una sonrisa sin aderezos.
  El tiempo pasó y empezamos a vernos menos. La suerte no la trataba bien y desde lejos se veía como un pequeño barquito azotado por la tempestad y el viento, pero si te acercabas, ella miraba fijamente más allá del horizonte. Las cosas iban a salir bien. La sonrisa iba por dentro.
  La primavera llegó medio año tarde, cuando las hojas ya estaban cayendo. Pero eso no le importaba, porque podías ver las flores de mayo naciendo en el fondo de sus ojos, donde nadie podía robárselas. Entonces no caminaba, volaba. Se deslizada picarona sobre las aceras de un Madrid que anochecía cada vez más temprano, y como no había sol, convertía las noches en escenario de sus más locos sueños. Danzando ella sola con las ilusiones que le arrebataron y pisando sobre todos los miedos que no le dejaban dormir cuando era verano, pero se helaba por dentro.
  Llegó el invierno y por querer regalar las flores las vio marchitarse entre recuerdos. Ya no sonreía. Ya no quería sus sueños. Pero la vida es bella y ella es quien mejor lo sabe. Se ha hecho unas alas con todo lo bueno que le queda y las ha cosido con sus ganas de volar.
  Ahora me la encuentro y me cuenta que todo está patas arriba, pero que le da lo mismo. Aunque el mundo se empeñe en derrotarla, no se va a dejar, porque sabe que por muchos golpes que le den ya nada puede con ella. Sabe que todo saldrá bien. Si cae, las partes mudas de su alma que dejó plantadas en otros la volverán a poner en pie. Sabedora de que el final, sea cual sea, será feliz, camina enseñándole al mundo su buena cara de domingo. Porque sabe que todo es posible.
  Ella, que vivió inviernos en agosto y primaveras en noviembre.

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