.Tres amaneceres de luz blanca

  Vueles donde vueles (porque volarás, no te quepa duda) encontrarás alas serpenteadas del blanco transparente que dejan tras de sí las noches de lluvia incierta, te verás atrapado entre la nitidez de todos los contornos que desearías que formasen parte de ti si fueses algo más que un ser humano, y perderás, tal vez por unas horas, tal vez para siempre, el miedo a la incongruencia de todo lo que queda más acá de tu aura.

  En ciertos paisajes podría escribir historias de cuatro tardes, y confundir la vigila de algunos deseos colmados, cuando son jardines muertos quienes dejan tras de sí mis sueños velados. En ciertas atmósferas podría pactar con el tiempo y acelerarme nocturnidades, y convertirme en cuenta cuentos, y bailar un vals sin música, y soñar con todos mis viejos encuentros. En todas partes puedo escaparme de mí, fundirme con el viento, dejarme descansando y convertirme en verbo. Dejarme poseer por la implosión del ayuno, hilarme como un solo concepto de vida, vuelto Cobrismo, y admirar la claridad que, después de todo, guardaba confinada al fondo de mis esperanzas muertas.
  En ciertas noches nos volvemos gatos y volvemos a comulgar, de uno en uno, y con el otro lado del espejo de nuestros ojos empañados entre niebla de madrugada y humo. En ciertas noches nos mostramos como sólo tú y yo podemos ser cuando estamos solos y nos dejamos querer por la concreción de todo lo que sabíamos. Pero quedaba demasiado opaco recitado contra el vacío. Contra el vacío que muere cuando empezamos a palpar la ausencia de nuestro olvido.
  Venía buscando la pregunta, así que volé y me vi. Allí, de pie, mirando al cielo. Me volví música silenciosa y banda sonora mientras pensaba, para no escuchar otra cosa que mi alma vuelta fiera salvaje arrinconada.
  Lo vi todo tan claro que casi me asusté. Y por fin supe.
  Y la pregunta es tan sencilla que no se puede escribir, pero puedes leerla en mis ojos.

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