.Dispuesto

  A veces no eres. Pierdes la custodia de tu consciencia y pasas a estar. Simplemente. Como un suspiro huérfano columpiándose en tu nuevo pendiente, no dejas de observar, con curiosidad y con los ojos muy abiertos, el recorte de tu perfil entre el mundo que normalmente no ves. Como una película de serie B mal proyectada y medio desenfocada, donde cuesta leer los subtítulos y los diálogos se pierden opacos al fondo, entre los ecos de la sala.
  Te agitas nervioso, y de un soplo pierdes el equilibrio para caer mullido entre las ondas de tu nuca.
  Ahora estás en una posición inmejorable. Mirando con calma todo lo que vas dejando atrás, mecido con el vaivén de tus propios pasos, pruebas a soñar con volver a casa, a ver si por casualidad y de repente, pasa. Y al compás del bamboleo despiertas lejos de cualquier parte, lejos de cualquier posibilidad. Perdido entre futuros que, forjados en tu cabeza, no dejaban avanzar a todas las realidades que hacían cola para entrar. Depachas dos “quizás” y un “tal vez” y miras arriba, dispuesto a saltar.
  Dispuesto a volar.
  Así que allí me dejé, atontado, mirando a la luna de enero, como si en cualquier momento fuese a bajar a buscarme para darme los besos que no busco (básicamente porque no quiero). Y me alejé pasito a pasito, convencido de que los héroes de verdad no vuelan.
  Enseñan a volar y las alas de otros les llevan.

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