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  La vida pasa, y en días como hoy hasta creo que puedo notar el tacto de la corriente con la yema de los dedos. Que aunque las fechas no son un indicador demasiado reseñable para un tipo como yo, en el fondo soy humano y con estas cosas también lo gozo como Obélix en la marmita.

  Así que, en honor al contraste, diré que este año mi mundo se expande y el tiempo se me contrae. Las horas se me llenan de vida mientras el alma me baila congas, y al ritmo de los pasos que doy a lo que me voy abriendo camino entre melopeas y empanadas de pulpo voy tarareando alguna que otra cancioncilla...

  Normalmente diría que la edad se va asumiendo día a día y que lo que somos es una reordenación en constante evolución con referencia "el cosmos", pero los años de luz que me entran por las pupilas se contabilizan de uno en uno y sólo cuando terminan y como recuerdo, hago marcas bien hondas en las arrugas que me acompañan en la comisura de los ojos.

  ¿Sabes cómo? Exactamente igual que lo hacía mi padre. A base de tanto reír.

  Hoy he ido notando cómo a lo largo del día me venían ráfagas por los costados (no sé de qué, pero al fin y al cabo ráfagas) y de meneo en meneo he terminado por abrir los ojos e intentar vislumbrar dónde diantres estaba metido.

  Ha resultado que estaba delante de un lienzo gris, vacío... Y con un 23 en una esquina.

  Esta noche brindo por vosotros.
  Porque tengo un regalo guardado en el congelador.
  Porque ya me curasteis de espanto.
  Porque los abrazos son gratis.
  Porque por teléfono suenas diferente hasta que te ríes.
  Porque Hermes y Mercurio son la misma cosa.
  Porque "chiiiico, qué bien me sienta la cerveza!"
  Porque los mensajes sigan siendo gratis si son para decir chorradas.
  Porque el silencio está sobrevalorado.
  Porque tienes dos días y medio y gastas medio con nosotros.
  Porque ya no son motivos, sino vidas enteras.
  Porque la venganza en el honor de ser la última me ha sabido dulce hasta a mí.
  Porque sois lo que más quiero y porque estaréis conmigo hasta que me muera.