Amanece...

Salía el sol de una bonita historia, pero preferí salir corriendo e ir a darme el homenaje que los tipos como yo después recordamos sonriendo.
Sin chimenea, pero con cómplice.


Parece que el tiempo fluye y que puedes verlo. Y entre espirales me desvío de su trayectoria, se detiene y me quedo mirando atento, tal vez sorprendido... no?

No.

De paseos y tintineos, de verdades, de certezas, del deseo, de la vida, del amor, de la fe, del abismo, de perderme estando quieto... De nuevo una chispa, y de repente, el cielo.

Amanece...

...y entonces cierro los ojos, dormito entre rayos de sol y meto el hocico entre las sábanas...

Me arrebujo en los olores que dan paso al verano de la noche maldiciendo que hoy no quiero soñar, que me quiero quedar despierto. Intuyendo sombras alumbradas por el vaho de la miopía, hilvanar esos contornos difusos que atisbo aún más allá de la punta de mi trance y ya de paso, dar paseos por tu ombligo y respirar al compás de tu oleaje.

Y qué bueno que hoy no sueño! Que me dejo un ojo abierto para anclarme un poco a la realidad e imaginar magia sobre cuentos aunque me queden ganas de surcarte y mis manos se busquen entre ellas para contarse intimidades que sólo ellas pueden sentir.

En el ocaso de mi ser divago (total, es gratis), cegato de tanto amanecer, y siento que me (y te) tuesto de mala manera y emborrono la postal en negro que me guardé en la cartera.

Hoy se pondrá el sol, mañana será otro día y volveré a cantar rumbas de vigilia. Me lavaré la mugre del alma y entre paños, pegatinas y lagartos de colores os rascaré las ojeras (con cariño) y soñaremos por bulerías.

Y colorín colorado, este cuento no ha hecho más que empezar!

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