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La vida se contrae y el tiempo se expande, pero el alma se consume presa de un ritmo que no es suyo.

Y salgo corriendo.


Pero con cuidado de que mi sombra no se despiste, que de noche todos los gatos son pardos y lo mismo aparezco mañana proyectando la silueta de un esbelto ciprés...

Y sigo corriendo y el aire llega como bofetadas, cada vez más frío, como un abrazo de muerte que me atrapa.

Y lo atrapo, y es mío, y cautivo en mi osamenta lo atesoro como un pecado que me salve del infierno cuando menos me lo espere.

Gracias por las sensaciones que te taladran, porque te dan conciencia de tí, de lo que eres, de lo que serás.

Y sigo corriendo, y divago, y saltan imágenes, y veo lo que vendrá, y todo se condensa, y la conciencia se escapa, y cuando quiero darme cuenta estoy sonriendo.

Esta noche brindo por mí.

Porque soy lo que más quiero.

Porque estaré conmigo hasta que me muera.

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